martes, 18 de diciembre de 2007

Nag Champa


Verónica quemaba una caja completa de Nag Champa al día. Las varitas de incienso de la caja azul eran las más fragantes que encontró en la feria artesanal. No había para ella otra forma de deshacerse de ese olor, ese maldito olor que resumía la mezcla del sudor y el perfume masculino de Pablo. Sabía bien que se enamoró de él por sus ojos negros y su manera de caminar tan segura. Pero, por sobre todo, la cautivó ese indescriptible e hipnótico Ph que la transportaba a algo seductoramente ancestal. Le gustaba tanto, que a diario se ponía sus camisas mientras se sentaba a escribir los registros de sus pacientes. Pero no le bastaba. De noche, le pedía a Pablo la camiseta que había llevado durante el día para dormir con ella. El ritual del pijama era una forma de hacerlo suyo, una costumbre que se volvió casi compulsiva a medida de que Pablo se fue alejando. De las escasas conversaciones y el sexo triste derivaron en una incómoda atmósfera de silencios. Habían creado tal distancia, que en los últimos días, se habían convertido en extraños. Él ya casi no la miraba, menos la tocaba. Llegaba tarde, se desvestía como autómata y se lanzaba a la cama. Entonces, Verónica, interrumpía su falso sueño, cogía su camiseta blanca y se la ponía llorando en silencio. El olor de Pablo fue la mejor forma de mitigar el dolor mientras estuvo cerca, pero cuando decidió hacer sus maletas y dejarla, sin decir una palabra, ese aroma se transformó en una herida abierta para Verónica. Aunque tiró a la basura algunas prendas que Pablo dejó olvidadas, el olor persistía y con ello la angustia, la sensación de sentirse ínfima, apartada, no querida, olvidada. Verónica se había empequeñecido en su soledad de muebles minimalistas, en ese pequeño mundo, enmarcado por la ventana tiznada con las marcas de la última lluvia, una taza de café y las bocanadas de Nag Champa que fluían espesas desde el velador.

3 comentarios:

ALE dijo...

holaaaaa

aquí toy de nuevo.. :)

ahahah la verdad es que a veces los olores nos traicionan... (y no me refiero a cuando uno hace deporte.... jajaja) sino que el olor será un lindo aroma de la persona q amas mientars todo esta bien... pero cuando se acaba... y sobre todo cuando todo termina mal.. el olor hace daño... :(

es una tontera... pero si alguna vez hueles a chicle de fruta aléjate de mi... porque me dará mucha pena... me trae recuerdos tristes :(

como ves.... creo q todos podríamos tener alguna vivencia similar a la de tu protagonista... aunque yo no llegaría a comprar algo de marca "CHAMPA"... es como medio ordinario!!! y eso q yo soy flaite!


ajjaja

un besote


ALE:)

Violeta z dijo...

Pensar en nag Champa me rememora nuestros paseos infinitos, nuestras compras, rituales pagano-religiosos, y tantas cosas que dotan de momentos inolvidables nuestra amistad. Sabores, olores, sensaciones, palabras...
Besosososososte
MZ

Tristancio dijo...

...y, de pronto, el tiempo regresa a tu nariz; le vida se detiene por un instante hasta que te das cuenta que ese olor ya fue... que todo aquello ya no es, que esas partículas invisibles son sólo eso... partículas invisibles.

La vida, entonces, retoma el movimiento... como el metro.

(Bella prosa, que me agradaría comentar más dialogadamente...).