lunes, 7 de enero de 2008

Bruno


El humo dominaba cada rincón del "Hércules". El humo y las miradas. Esa mezcla camuflaba los lenguajes ocultos, las formas silenciosas de invitarse, de hacer evidente el deseo entre quienes consumían el lugar de pasajera felicidad colectiva. Pero en un rincón, Bruno parecía desconectado de todo lo que pasaba a su alrededor. En poco más de una hora, tres hombres se habían acercado a hablarle. Uno con el pretexto de conocerlo de otro lugar, otro que, sin respuesta, le pidió fuego y un tercero que lo invitó a bailar con él "Eyes without a face" de Billy Idol. Pero no hubo respuestas. Su mirada estaba perdida en Ignacio. En la esquina opuesta, abrazaba por la espalda al que debía ser su nuevo compañero. Miraban hacia el bar y a otras personas, como buscando pretextos graciosos para ser más cómplices. El mismo Ignacio que dos semanas antes aún le juraba amor eterno y le pedía imaginar juntos la casa que tendrían, cómo la decorarían. El mismo hombre que conoció en la sala de clases, de quien se enamoró temprano, entre miradas inexpertas y furtivas, mientras todos estaban hipnotizados en sus pruebas. Fue el primer hombre al que besó, en los baños del colegio. Cuando otros comparaban las conquistas de mujeres, ellos se escabullían sin que nadie lo notase, sólo para besarse, tocarse, acariciarse en secreto. Habían pasado 12 años de eso. El colegio dio paso a la universidad y la relación se mantuvo. Juntos enfrentaron a sus familias y revelaron que la profunda amistad era mucho más que eso. Y pese al rechazo inicial, ambos se convirtieron en hijos más en sus respectivos hogares. Eran el ideal para muchos. Sin embargo, Ignacio no resistía más la idea de pensar que la vida se le iba en una persona. Quería probar, experimentar, salir de rutina. Dejó a Bruno con una larga carta de 17 hojas. No se creía capaz de enfrentarlo a los ojos. El destinatario sólo pudo leerla de vuelta de un viaje a Francia, desde donde llegaba cargado de regalos para su compañero. Pero los presentes se hicieron añicos después de leer las letras de Ignacio. Estaba devastado.
Esa noche en el "Hércules" fue la primera en que salía a bailar con otros como él. En 12 años optó por no verse a sí mismo como uno más. No quería calzar en estereotipos estériles. La animadora saludó a los parroquianos de siempre. Bajó del escenario para ritualizar su juego acostumbrado. Entre bromas de doble sentido, comenzó a interrogar a quienes veía a su paso. "¿Y ustedes cuánto llevan?"... "Un año de felicidad...", respondió casi al unísono, un sonriente Ignacio. La animadora levantó en un gesto festivo los brazos. Y ella, junto con toda la audiencia, pidieron un beso. Ignacio respondió apasioadamente con su nuevo novio, mientras Bruno se hacía pedazos. Si eso era cierto, en los últimos 12 meses había sido engañado en sus narices. Comenzó a llorar desconsoladamente, tal como un niño. La animadora se esfumó y el escenario fue completamente ocupado por Afrodita, una transformista argentina que entonaba desgarradoras baladas extraídas de viejos bares jujuyanos . "No quiero que mi roto corazón no pueda salir a volar de nuevo... por vos", repetía entre lágrimas fabricadas. Ataviada con un vestido rojo muy ceñido a su cuerpo grueso, aún no despojado de su masculinidad, con los gruesos labios a juego , zapatos de taco alto y un peinado rígido. En medio del humo, Afrodita sonrió con su canción a los concurrentes hasta que, de pronto, divisó a Bruno y se detuvo su desconsolado llanto de niño..."Y no llores, corazón... que la vida no más que un río de pasión", cantó, como si le enviara una caricia maternal al hombre vuelto niño. Quitó la rosa de su peinado y la arrojó directo a los brazos cruzados del desconsolado Bruno. Las miradas lo apuntaron. También la de Ignacio y su novio. Levantó la vista, cogió la rosa con los dedos y lanzó, de vuelta, su primera sonrisa de la noche a Afrodita. Decidió que la vida sería mejor, a partir del minuto en que recibió su primer regalo de soledad.

5 comentarios:

Tristancio dijo...

Parecía una historia de amor más...

Parecía una historia de desamor más...

Pero no...

Era un regalo de soledad.
(más?)

(Vívido relato; gran final).-

Claudia dijo...

Buen relato, tu técnica es estupenda, me gusta leerte...

Anónimo dijo...

que bonita es esta historia.. creo que la he vivido en partes, pero el final fue bueno para uno y triste para el otro.. pero como dice... es el 1ºregalo de la soledad.....
yo ya no quiero más soledad....

tengo un sueño espero sea realidd...

rafa :P un beso.....

es la 1º historia que leo

ALE dijo...

ahha q real la historia!!!
me la imaginé en calle Arlegui xD

de verdad todo fue tan real.. me gusta como escribes!!! y la verdad es que Bruno se merecía algo mejor!!! hahaha

saludos!


ALE:)

Anónimo dijo...

Me callo ante tanto talento..
Enmudecida por las emociones que rasgan el papel, el corazon..
Duele pero bajo tu pluma, se lee la Esperanza..!
Standing Ovation!

un besito con mucho cariño