miércoles, 2 de enero de 2008

Viviana


Su relación de dos años con Diego terminaba por quinta vez, pero en esta oportunidad ya no estaba dispuesta a hacer más concesiones. Se sentía traicionada por ella misma. Había roto la "sacrosanta ley" de la fidelidad muchas veces, en el último mes. Diego no lo sabía, ni siquiera lo imaginaba. Ella le había inventado que la depresión la tenía así: inquieta y angustiada.
Él, por supuesto, le creía todo. Jamás imaginaría que ella lo engañaba, menos con.... mejor ni mencionaba su nombre, le dolía demasiado comenzar a configurar hipótesis, pero sus sospechas no le mentían.
A simple vista, Diego era lo más cercano a un ideal: apuesto, inteligente, creativo, buen amante, detallista... tal vez más de lo que ella siempre había soñado. Pero quizá esa perfección complotaba en contra de sí misma. La conjunción de atributos le hicieron comprender que lo suyo no eran los Diegos, Pablos o Martines, que habían desfilado por su vida. Viviana ya había encontrado su hogar.
Su primera tarde de "soltera" llegó exhausta a su casa. Había tenido un día repleto de reuniones y proyectos que aprobar. Llevaba, incluso, cinco carpetas y un pendrive plagados de trabajo. Abrió la puerta, arrojó todo sobre la mesa lateral, echó a andar la contestadora y aparecía, otra vez, Diego, rogándole oportunidades. En un segundo mensaje, su secretaria le pedía precisiones de órdenes demasiado obvias a ojos de una cerebral Viviana. "Estoy cansada de lidiar con gente tonta", dijo en voz alta, mientras lanzaba lejos su pañuelo de seda gris y las llaves del auto. El tercer mensaje era Diego otra vez, casi llorando: "Estoy dispuesto a dejar el hospital y buscarme una consulta. Sé que quieres más de mí... ". Viviana borró el mensaje, sin dejarlo terminar... sólo suspiró de cansancio. Pero esa sensación de fatiga se esfumó completamente con el cuarto mensaje. "Pensé todo el día en ti...gracias por dejarme tu lápiz labial cereza, me queda mucho mejor y, de alguna forma, me hizo tenerte conmigo. Quiero verte pronto". Rápidamente, sacó el teléfono del fondo de su cartera y marcó el número que ya sabía de memoria. Mientras los bips del tono de espera aumentaban su ansiedad, pensaba en sus manos pequeñas, su sonrisa de niña, su voz dulce, su perfume cítrico. Le pediría que se juntasen de inmediato. Para ella no había excusas ni cansancio. Tampoco angustias ni depresiones. Al fin, ya había dejado de ser prisionera de sí misma.

5 comentarios:

ALE dijo...

Nada tienen de especial... dos mujeresssssss q se dan la mano (8)

estaba harto grande la chiquilla para ser prisionera de si misma... al menos se dio cuenta y busco su rumbo xD

UN ABRAZO


ALE :)

Anónimo dijo...

Que bien hace amar a la persona q uno elige y no a la perfección. Con el primer párrafo me acordé mucho de cuatro largos años de mi vida. Tiempo que, por cierto, ahora dejó de tener todo sentido desde q estoy con el Max. Loco no?
Besote amigo

Violeta z dijo...

Cuando las normas y los convencionalismos hacen olvidar los deseos y sueños. En este caso, estaba al lado de una voz suave... en el mío.. estoy clarificando por dónde creo que va... Vaya que me he demorado! Tarea 2008!
Besos!
MZ

la entrada liberada dijo...

no importa con quien, mas cuando se trata de buscar la imperfección cuando ya nos cansamos de perfecciones...
uno puede equivocarse infinitas veces, nos respalda el ser humanos...

Creo que el amor no tiene leyes, solo libertad.

Claudia dijo...

que buen relato...lo unico perfecto es la imperfeccion del hombre.