sábado, 8 de marzo de 2008

Clementina


Solía caminar de noche. Con una sombrilla y un largo velo de encaje no pasaba inadvertida ni siquiera para la soledad y los columpios abandonados del parque. Algunos la habían visto llorar desconsoladamente en el asiento de mármol, bajo el viejo roble. Decían que sus lágrimas caían por un hijo que habría perdido en la guerra, pero las mujeres más viejas sabían que no era cierto. Clementina lloraba para atraer a hombres solitarios. Cautivados por la dulce melodía de su llanto y su magnética belleza, la seguían donde ella los guiaba. Detrás del roble les prometía amor incondicional, pero cuando ellos se perdían en sus preciosos ojos negros y sus labios intensamente rojos, Clementina asomaba los colmillos y de un eficaz mordisco acababa con el naciente amor. Algunos contaban que la mujer los enterraba en el mismo parque. Luego les cantaba una suave canción de despedida y se perdía en la noche a llorar desconsolada su insaciable sed de matar por sangre.

3 comentarios:

la entrada liberada dijo...

yo hubiera matado por amor y hubiera continuado el ritual de ella... les hubiera cantado ademas aquella canción...

Saludos...¡

Tristancio dijo...

Ja, esta foto me parece más adecuada.

Creo habértelo comentado,en mi opinión, que intento que sea modesta, creo que tu prosa está para grandes historias...

¿Qué queremos decir cuando contamos?...

¿Qué se trae Clementina entre las manos? (O entre los dientes).-

Abrazo.-

Anónimo dijo...

Me recordó a la llorona, pero como un fin más claro del por qué ella tenía esos llantos. Veo que por una carnada el hombre que quería amor cayó y que ella abusó y ganó lo que deseaba...
pobres hombres de la noche.......

genial cuento.

abrazos...